A Vista Del Niágara by Gertrudis Gómez de Avellaneda

Gomez
Gertrudis Gómez de Avellaneda
            ¡Oh Sér omnipotente,
De cuya diestra soberana un juego
Es la que admiro excelsa maravilla,
Permite que á la voz de ese torrente
-- Que por primera vez á escuchar llego --
Mi acento asocie bendicion sencilla;
Miéntras con llanto rligioso riego
Del hondo abismo la escarpada orilla!

    Y tú ¡sublime Niágara! perdona
Si con himno trunfal no te saluda
Mi tosca lira, que el cipres corona
            ¿Por que la suerte cruda
            Quiso cumpliera tarde
Mi vivo afan de verme á tu presencia?
¿Por qué mi corazon - do ya no arde
Del entusiasmo juvenil la llama --
Herido, á más, por perdurable ausencia
            De cuanto amó en el mundo,
Se conmueve ante tí, mas no se inflama
Del estro antiguo en el ardor fecundo?.....

    ¡Ay! ¡Cuántas veces venturosa al lado
Del noble compañero de mi vida
-- Que polvo es hoy en el sepulcro helado -
Las horas olvidaba embebecida
En el grato proyecto y la esperanza
De visitarte juntos! ¡Con qué anhelo
-- Mirando aquel instante en lontananza --
Del tiempo ansiaba apresurar el vuelo.....
Miéntras harto veloz él me traia
De doliente viudez lúgubre dia!

            En vano, pues, en vano
De un vate triste admiracion merece
Esta naturaleza prodigiosa,
            Que de la eterna mano
Siempre acabada de salir parece,
Virgen agreste, gigantesca, hermosa.....
En vanò á la viajera solitaria
Que contempla tu curso ¡ inmenso rio !
Le haces alarde de grandeza vária;
Y ora te aduermes mudo en el estrecho
            Profundísmo lecho,
Donde tu esmalte de verdor sombríí
            Ni áun á mover se atreve
Fugaz el aura con su aliento leve;
Ora te ensanchas límpido, murmuras
Rizando las corrientes cristalinas,
Que festona la luz con aureolas;
            Ora las linfas puras
Revuelves bullidor, te arremolinas,
Y semejante al màr encrespas olas,
Que se persiguen sacudiendo espumas;
Hasta que al fin terrible te desatas,
Y al trueno de asordantes cataratas
Llenas los aires de perennes brumas.



    ¿Por qué no clama mi amargura extrema
Tan grandioso espectáculo..... El sol mismo,
Ciñéndole del íris la diadema,
Reviste de magníficos cambiantes
El inmenso raudal, que huye al abismo
Derrumbándose en ondas de diamantes
Y luégo, si las sombras de la noche
A escarecer con mágicos destellos
Sale la luna en argentado coche,
¡Qué visos tan fantásticos y bellos
En los cristales líquidos undulan,
            Bosquejando primores
            De tan ténues colores
Que lucen, crecen, cambian y se anulan,
Sin que la mente á definirlos llegue!.....
¡Qué augusta majestad!.....¡Cuánta belleza
En cielo y noche, campos y raudales,
Que hacen que el alma, á su pesar, se entregue
--Con vaguedad de mística tristeza-
A ensueños de venturas ideales!.....

            ¡Oh! si la esquiva musa,
Que al desaliento su favor rehusa,
Por un instante me otorgára ahora
Del gran vate de Cuba el plectro ardiente!...
Si cual él, á tu voz inspiradora
Sentir pudiera ¡Niágara! mi mente
            De súbito agitada
Por aquel dón divino, que ensañada
Me robó del dolor la mano impía,
¡Cómo tambien mi poderoso canto
-- Rival del suyo -- ufana elevaria!...
            Mas ¡ay! con triste llanto
-- Que no con digna emulacion de gloria --
Le toca responder al pecho herido
De tu cantor ilustre á la memoria...
Pues tambien, si, tambien enmudecido
Fué por la muerte el varonil acento
Que en estas mismas márgenes, un dia
-- Dominando un pesar como el que siento --
Supo dischoso eternizar tu nombre
En fston de la egregia poesía...
¡Tal es la extraña condicion del hombre,
Que -- bajo ley contínua de mudanza --
Pasa, cual humo que disipa el viento;
            Pero á extender alcanza
Con un eco inmortal su pensamiento!

    Del voraz tiempo en rápidos turbiones,
Cual tus fugaces ondas, desparecen
-- En sucesion sin fin -- generaciones...
Sólo se libran, sólo permanecen
Sobre el abismo donde todo se hunde,
Las nobles obras en que el genio humano
-- Forma feliz prestando á las ideas --
Graba su sello y poderoso infunde
De la belleza el soplp soberano.
Así, ¡Niagara! así que eterno seas
-- Como en las tierra te hizo el Sumo Artista --
Hará en su canto el trovador cubano...
Miéntras yo humilde -- al apartar la vista
De tu hermosura - admiro otro portento,
Del humano poder gran monumento.

¡Salve, oh aéreo, indescribible puente 
Obra del hombre, que emular procuras
La obra de Dios, junto á la cuál te ostentas!
            ¡Salve, signo valiente
Del progreso industrial, cuyas alturas
-- A las que suben las naciones lentas --
Domina como rey el jóven pueblo
Que ayer naciente en sus robustos brazos
Tomó la libertad, y que hoy pujante
De las marcha comun salta los plazos,
Y asombra al mundo, que lo ve gigante!
    ¡Feliz aquel que debe á la fortuna
Tener en la region privilegiada,
Que tan tarde conozco, alegra cuna!
¡Féliz quien de la vida en la albrada
-- Cuando el cansancio al corazon no oprime,
Y se le siente palpitar ufano
Al contemplar lo bello y lo sublime, --
Tu ambiente aspira, ¡oh pueblo americano!
Que si tíenes - cantando tu grandeza --
Prodigios como el Niágara en el suelo,
Para ostentarte en superior alteza
Cimentarte aupiste instituciones
Que el genio liberal como modelo
Presente con orgullo á las naciones!

Source: Gertrudis Gómez de Avellaneda. Obras literarias de la Señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda. Tomo Primero, Poesías líricas. Madrid: Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra, 1869.

Gertrudis Gomez de Avellaveda was born in Cuba in 1814, and moved to Spain as a young woman, where she married and was widowed. Her second husband died while they were living in Cuba, after which she decided to return to Spain via the United States, where she visited Niagara Falls and wrote this poem.

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