Yo también soy catarata
llevo algo que atora en mi garganta
el canto que ahorré
para la mitad de mi vida.
Estoy en una sin salida
donde todo sabe a pesadilla
y no veo claro entre tantos desechos
Entre tanto tallo desgajado
quisiera ver más lejos
sin ninguna frontera que partiera mi alegría.
Si todo es simple
¿por qué ocultas con esas burbujas
que opacas se levantan
tu verdadero paisaje, catarata?
¿O es que debo esperar
para derrotar con barcos de vapor
tanta telaraña cifrada en el hastío?
Nos movemos en la dimensión del sueño
en una espesa intensidad domesticamos miedos
y vamos dando tumbos por cuentas pactadas hace siglos
y por fin ahora la saldamos
arrojándonos contigo, catarata,
hasta el hogar de la neblina
donde no hay autoridad
ni multas por viajar con más velocidad
ni humillaciones por haber nacido en otra orilla.
¡Estoy en pugna con la flor!
Hernandez, Consuelo. Manual De Peregrina. Santiago, 2002
Portrait of Rafael Pombo, 1833-1912Dedicada en prenda de respetuosa admiración y de profundo reconocimiento a la señora María Juana Christie de Serrano.
¡Ahí estás otra vez. . . ! El mismo hechizo
que años ha conocí, monstruo de gracia,
blanco, fascinador, enorme, augusto,
sultán de los torrentes,
muelle y sereno en tu sin par pujanza.
¡Ahí estás siempre el Niágara! Perenne
en tu extático trance, en ese vértigo
de voluntad tremenda, sin cansarte
nunca de ti, ni el hombre de admirarte.
¡Cómo cansarse! La belleza activa,
la siempre viva, porque siempre pura,
no puede fatigar. Hija perfecta
sin medio humano, del excelso fiat
que perpetuaron leyes inviolables
en su incesante acción; mimada hermana
del firmamento, de la luz, del aire;
huésped no expulsado del edén perdido;
esta hermosura es creación constante
y original, donde trasciende el soplo
de su autor soberano. Algo nos dice
que allí está Dios: el néctar de embeleso
y de reparación que a un tiempo mana.
Al contemplarla, en nuestro fondo bullen
los dormitados gérmenes divinos,
cual hierve al sol el ánima viviente
de la naturaleza; y surge ansioso
el amor de familia, el de la eterna
e indisoluble; y como al mar la gota
emancipada al fin de térreos lazos,
como del pecho de la madre el niño,
mudos de íntimo gozo nos prendemos
en comunión de eternidad con ella.
¿Podrá Dios fatigar? ¡Ah! en lo que hastía
hay encanto letal, triste principio
de inercia, hostil a Dios, germen de muerte,
gangrena de las almas secuestradas
de su raudal vivífico...
Mas ¿dónde
mi mente descendió? Llámala al punto.
¡Oh Niágara! y en ti la imagen vea
de las almas triunfantes; mire al héroe
sublime en su martirio; al genio mire
sereno en la conciencia de su fuerza.
Distráeme, diviérteme, museo
de cataratas, fábrica de nubes;
mar desfondado al peso de tus hondas;
columnas que un omnipotente Alcides
descolgó del Olimpo, entre dos vastos
Mediterráneos, piélagos de un mundo.
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¡Oh Sér omnipotente,
De cuya diestra soberana un juego
Es la que admiro excelsa maravilla,
Permite que á la voz de ese torrente
-- Que por primera vez á escuchar llego --
Mi acento asocie bendicion sencilla;
Miéntras con llanto rligioso riego
Del hondo abismo la escarpada orilla!
Y tú ¡sublime Niágara! perdona
Si con himno trunfal no te saluda
Mi tosca lira, que el cipres corona
¿Por que la suerte cruda
Quiso cumpliera tarde
Mi vivo afan de verme á tu presencia?
¿Por qué mi corazon - do ya no arde
Del entusiasmo juvenil la llama --
Herido, á más, por perdurable ausencia
De cuanto amó en el mundo,
Se conmueve ante tí, mas no se inflama
Del estro antiguo en el ardor fecundo?.....
¡Ay! ¡Cuántas veces venturosa al lado
Del noble compañero de mi vida
-- Que polvo es hoy en el sepulcro helado -
Las horas olvidaba embebecida
En el grato proyecto y la esperanza
De visitarte juntos! ¡Con qué anhelo
-- Mirando aquel instante en lontananza --
Del tiempo ansiaba apresurar el vuelo.....
Miéntras harto veloz él me traia
De doliente viudez lúgubre dia!
En vano, pues, en vano
De un vate triste admiracion merece
Esta naturaleza prodigiosa,
Que de la eterna mano
Siempre acabada de salir parece,
Virgen agreste, gigantesca, hermosa.....
En vanò á la viajera solitaria
Que contempla tu curso ¡ inmenso rio !
Le haces alarde de grandeza vária;
Y ora te aduermes mudo en el estrecho
Profundísmo lecho,
Donde tu esmalte de verdor sombríí
Ni áun á mover se atreve
Fugaz el aura con su aliento leve;
Ora te ensanchas límpido, murmuras
Rizando las corrientes cristalinas,
Que festona la luz con aureolas;
Ora las linfas puras
Revuelves bullidor, te arremolinas,
Y semejante al màr encrespas olas,
Que se persiguen sacudiendo espumas;
Hasta que al fin terrible te desatas,
Y al trueno de asordantes cataratas
Llenas los aires de perennes brumas.
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Las hierbas mustias rompen su crisálide,
sus verdes apagados brillan entre las rocas,
aún se oye en el viento el aullido del hielo.
Las aguas allá abajo
vertiginosas giran sus despojos,
mientras la niebla asciende
hacia la desmemoria del tren funicular,
aumentando el latido de cables temblorosos
que avanzan hacia el fin
de un cielo ceniciento.
Y así y todo, algún día,
habrá también narcisos y otras flores
en este triste sitio;
flores ajenas a mi vida de antes
cuando el río indecible
fluíacon suavidad en la miel de su sueño.
Y a través de los años retornaré a este sitio,
siempre vendré luciendo una sonrisa
-diminuta y modesta-
esculpida en mis labios
cual signo de pregunta